sábado, 15 de diciembre de 2018

Perdimos el río y lo perdimos todo: Violencia y desplazamiento en el Cañón del río Cauca

 



 








 

 
El cañón del río Cauca inundado tras la contingencia de Hidroituango en 2018




Nos hirieron  el Patrón. Está  quieto, ya no nos habla.   Pero él sigue vivo. aunque lo tienen doblegado, nos escucha, permanece calladito como la culebra dentro de un cajón  que espera una oportunidad para escapar


 

 

 


 El 01 de noviembre de 2018, el Movimiento Ríos vivos y varias de las organizaciones que lo conforman, con el acompañamiento  del Centro Nacional de Memoria Histórica CNMH, Agroarte, que integra la música urbana y la agricultura en las comunas de Medellín; Barulé, Grupo Folclórico; y el Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia INER, realizaron en el municipio de Ituango  el evento “cañoneros y cañoneras contra el olvido” con muestras artísticas que recordaron las masacres y los desaparecidos en la región desde la década de los 50

El lugar de encuentro fue en el coliseo Jaidukamá donde se albergaban 22 familias que fueron desplazadas de las playas Guayacán, Mote y Sardinas por la emergencia de la hidroeléctrica en abril de 2018

Uno de estos huéspedes del coliseo era Rubén Darío Espinosa. Un cañonero de 30 años. Aparentemente  fuerte pero su mirada es triste, sus ojos tienen el olor del desarraigo. Nació y creció en el sector del Puente de Pescadero “Juan de la Cruz Posada” y desde los 7 años ya se zambullía en el río como un barbudo o una picuda.  Relata con orgullo que el puente es histórico. Su inauguración en 1963 trajo progreso para la región (conectaba varias poblaciones del noroeste antioqueño), pero también con aflicción porque durante los últimos años era prácticamente un camposanto. Los grupos armados asesinaron muchas personas allí. Los mataban, los amarraban y los tiraban al río, o simplemente los tiraban amarrados porque según  ellos “habían unos que no valían un tiro”.



 

 

 

 

El 1 de noviembre de 2002 José de Jesús, hermano de Rubén, apenas con 19 años, trabajaba cerca al Bombillo con los de la carretera haciendo gaviones, que son los muros de piedra con mallas para detener la banca. Al terminar la jornada salió buscando leña para echarla a la volqueta que los llevaría al Valle de Toledo.Lo cogieron y se lo llevaron.



El padre Amado Avendaño y Doña Irma, llegaron al puente para abogar por José pero no los dejaron seguir. Les dijeron que se fueran, que al otro día les daban la razón si lo soltaban o no. La razón al día siguiente fue que ya el joven estaba muerto. No explicaron si lo enterraron o lo tiraron al río. Rubén lo buscó río abajo desde pescadero hasta el chorro de la Guamera y no lo encontró. No había amenazas. Nunca hubo verdad. José de Jesús no regresó más.

 

Según el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica, desde 1958 han ocurrido 110 masacres y 2.435 personas están desaparecidas en los municipios de la zona de influencia de Hidroituango. 


Rubén ha sido toda su vida pescador y barequero. Lo aprendió de sus padres.  Se reconoce como trashumante y su familia durante décadas estuvo asentándose periódicamente en las playas de la región practicando esta forma de vida.
Trabajaba en el día en el barequeo y en la noche en la pesca, o las dos labores al mismo tiempo.  El río era su patrón, el Patrón Mono,  quien les había dado a su familia  el sustento por generaciones. Nunca les exigió una hoja de vida y no tenían que cumplir con un horario de trabajo. El río era el motor de su cultura.

 




 




Gracias a su oficio y su cercanía con el proyecto Hidroeléctrico Ituango, la de Rubén, es una historia de tragedias y desplazamientos.

 

El 27 de marzo de 2015, fue desalojado de la playa la Arenera del municipio de Toledo a causa del gran proyecto.

La vida mía antes de que llegara La empresa 1 era muy buena, lo teníamos todo. No nos faltaba nada. Teníamos los cambuches en un plan muy bonito que había. Vivíamos donde quisiéramos y nadie nos decía nada, ni siquiera los dueños de las fincas. La Empresa nos desalojó porque ya ese era un predio privado, ahora que compró casi todos los territorios, ya uno no puede ni pisar una piedra porque es de ellos.

 


El río Cauca, aguas arriba de la hidroeléctrica Ituango, sufrió una inundación el 28  abril del 2018 a causa de un derrumbe en un  túnel de desviación de la mega obra. Fauna, flora y el estilo de vida de barequeros y pescadores quedó a cientos de metros de profundidad. El puente de Pescadero quedó completamente bajo las aguas.
 
Estaba en Guayacán. El primer creciente fue el 28 de abril.  Ahí empezó el río a taparnos las balsas por primera vez. Al otro día comenzó a rebajarse y nosotros nos confiamos.  El 3 de mayo volvió a crecer, a crecer y a crecer, nos tapó los ranchos, nos tapó todo y nosotros éramos corriéndonos para arriba dándole campo, dándole campo. De estarle huyendo al agua ya estábamos metidos en una estrechura entre montañas. Al paso que el agua iba subiendo iban cayéndose los barrancos y árboles, hasta que llegó una canoa del DAPARD y del  plan de contingencia de la empresa y nos sacaron.

Rubén asegura nunca fueron alertados de la emergencia. Desde entonces, barequeros y pescadores de las tres playas se encuentran albergados en el coliseo de Ituango. Para finales del 2018, los huéspedes del  complejo deportivo, mantenían la zozobra de ser  desalojados en cualquier momento sin proporcionarles una alternativa para albergarse.

 

 



A nosotros los grupos armados nos desplazaron y nos sacaron del territorio. Es duro y todo pero es más duro ahora porque cuando un grupo armado lo sacaba a usted del territorio usted tenía la esperanza de que las cosas se calmaban y podía volver. Ahora es diferente porque a las playas donde trabajábamos, donde vivíamos, donde compartíamos con los compañeros, ya no podemos volver porque no hay forma. Perdimos el río y lo perdimos todo.

 







 



 

Esta parte del Cañón del Río Cauca quedó irreconocible. La ribera que era referencia de mucha cosa, incluso de las fosas comunes y las masacres, Los impactos socioambientales ocasionados son incalculables


En diálogo con la docente Neyla Castillo Espitia, antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia e investigadora del Cañón del río Cauca desde comienzos de la década de los 80, se puede comprender sobre las dinámicas sociales, culturales y ambientales de la región y los daños ocasionados por la represa Hidroeléctrica Ituango.

 

Tratar la desaparición o total transformación de la cultura barequera de la región y la imposibilidad del hallazgo de los cuerpos de los desaparecidos por las masacres de las últimas décadas (especialmente desde la inundación por la emergencia del megaproyecto en el mes de abril), aparentemente no posible, pero ambos dramas se juntan.

 

 

¿Podemos juntar el drama del desplazamiento por la inundación del río y las masacres y desapariciones en la región?
se juntan por dos razones. Una porque ambas tienen como eje el río y las playas; con la inundación del río por la emergencia de abril, los cuerpos enterrados a la orilla del río ya no podrán ser encontrados.
El otro punto, las masacres ocurridas a partir de la creación de la sociedad de Hidroituango a finales de 1997 podrían ser atribuirle a una suerte de preparación del terreno para desplazar a la gente, quedarse con las tierras con el acceso al recurso que es el río.
El desplazamiento de la población ocurre por presiones violentas. Este es un momento que va hasta que empieza el proyecto.
Las grandes masacres como de Orobajo, Barbacoas, Buriticá, tenía directamente que ver con las zonas de la construcción del embalse. Para el momento no había conciencia de lo que estaba ocurriendo.

 

¿Existe relación entre las masacres ocurridas en la región y el proyecto?
 No se puede hablar de que sean operaciones o financiadas u ordenadas por EPM, pero si existen arreglos entre quienes tienen intereses en el proyecto, quienes lo ejecutan, quienes necesitan la zona lo más despejada posible para hacer el proyecto y quienes saben que si uno tiene tierras allí se va a lucrar. Esto tiene la lógica de la delincuencia independientemente de quienes sean los actores (…) Lo que uno tiene que preguntarse es ¿por qué se armó la sociedad que la sancionó y la aprobó?

¿ Podemos decir que en la cultura cañonera desapareció tras la emergencia de abril?
 Este es un llamado que yo justamente vengo haciendo. El gran impacto del proyecto es la muerte de una cultura. No es simplemente la perdida de una actividad económica, que la gente deje de barequear simplemente porque no se puede acceder al río. Ocurre que se está matando la esencia misma, el eje estructural de la cultura del Cañón porque la cultura gira en torno al rio no solamente en lo económico sino en lo simbólico, lo social, los conocimientos. La cultura se basa en una relación simétrica entra la gente del río y la gente de la montaña (…)
Como está hoy, por lo ocurrido tras la emergencia, el sistema está muerto porque todos los referentes simbólicos desaparecieron. No hay nada que lo sustituya.


 ¿Que motivó y por qué fracasó la solicitud para reconocer como patrimonio cultural inmaterial de la nación el barequeo en el Cañón del rio Cauca entre 2012 y 2015?
Vimos que había que se estaba perdiendo una manifestación, la práctica estaba amenazada. La solicitud se hizo para protegerlo de los riesgos que habían.
Fue rechazada por toda la presión que ejercía el proyecto Hidroituango. Aunque la comisión de verificación ratificó punto por punto los términos de la solicitud y recomendó la inclusión, en febrero de 2015 se negó.

 

Para la docente hay una salida para la comunidad cañoneraTiene que ver con la manera de conceptualizar el barequeo. Esta es una actividad de recolección. Es como recoger una cosecha. De hecho, los barequeros dicen que el oro es la cosecha del río. Si el oro es un recurso de recolección, la solución es pensar qué recurso podría sustituir esa función.

Se ha invertido mucho en las comunidades, pero ellos no quieren cambiar y eso ocurre porque no se entiende la lógica productiva y social del barequeo. En mi opinión, el cambio sería posible si surge de examinar las prácticas que ellos tienen, entenderlas y articularlas.

(…) ¿Qué sustituye el oro? La tierra. Que los cañoneros reclamen lo que ha sido suyo siempre y dentro de las alternativas está buscar el espacio no solamente simbólico para barequear para mantener la memoria y que ellos lo vayan dejando y sustituyendo.

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1. Lo hace refiriéndose a EPM