sábado, 7 de mayo de 2016

Entrevista a José Asunción silva

 

El frío  es tal que mis lágrimas golpean mis mejillas y esto duele tanto como su ausencia, su muerte prematura aunque previsible.

El viento penetra mis ropas enfriando mi espalda; las ramas de los árboles se mecen de forma coreográfica pero el canto de las chicharras es como un martilleo enloquecedor. La hierba está húmeda y aun así decido sentarme debajo del pino, prender la linterna y empezar a leer su diario.

El ritual lo hago alejándome de la casa porque el frío, la soledad y la oscuridad, son las condiciones en las que debió estar el alma de Martín el día en que resolvió cumplir sus amenazas.

Yo era su amigo; conocía perfectamente que a él le pesaba mucho estar en este mundo, sin embargo, nunca creí  que sería yo quien lo encontrara sin vida.

Su madre, quien me trata como si fuera otro hijo, me dejaba entrar a la casa y al cuarto de Martín como su fueran míos.

-       Entre mijo, pero el muchacho está dormido y no responde

Abrí la puerta, le hablé, al darme cuenta que no respiraba sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Tenía sus manos cruzadas sobre su pecho y en medio de ellas una hojita doblada. Era el adiós; allí le pedía perdón a su madre y dejaba en mí la responsabilidad  de su cuidado. Vi cuatro pequeñitos frascos vacíos que supuse eran el veneno con el que obtuvo su deceso y cerca de su cabeza un cuaderno y un libro de Juan Manuel Roca que era una muestra de poetas suicidas que tenía un separador en la página 225 que decía José Asunción Silva.

 

Mis manos se congelan y puedo ver el humo que exhalo. Empiezo a indagar sobre los más profundos secretos de mi amigo. Me siento decepcionado al notar que no había  allí grandes misterios pues al parecer yo conocía a Martín tanto o mejor que a mí mismo. Casi nada de lo que allí encontré era nuevo para mí, pero descubrí algo inédito y verdaderamente valioso: Era el relato de un intento de suicidio del que nunca me había enterado y la descripción de una reunión que durante  ese trance tuvo con  Silva, su poeta y escritor favorito.

 

 

 

 

16 de septiembre.

Estoy solo en casa tengo 18 pastillas diferentes, todos son barbitúricos  que son mi boleto de salida de este mundo que no soporto. Reescribo la carta  de despedida me las tomo de un sorbo y me recuesto para esperar el desenlace.

En cuestión de instantes me desconecté y me vi en un lugar parecido a la casa de la finca, sentado, la neblina no permite ver más allá de mi propia humanidad. De pronto se aclara un poco el día y lo veo a él sentado al lado mío. Es José. Susurro solo su primer nombre porque sé que así lo llamaban los amigos y familiares. Mi afecto por él me otorga por lo tanto ese derecho.

Tenía la misma camisa que llevaba esa noche fría Bogotana en la que alojó en su pecho la bala que le quitó la vida; exactamente en el lugar donde el día anterior le había pedido al médico que le dibujara el mapa de su corazón. Comienza el diálogo o más bien el monólogo, porque él no me respondió las muchas preguntas que quise hacerle.Ni siquiera quería voltear a su mirada hacia mí.

 Considero que la muerte no debería ser repentina. Le dije

Estoy de acuerdo con aquellos que dicen que la muerte se hace significativa desde que ésta toca las personas amadas -y ya en eso tú tenías bastante experiencia- pero, ¿Porqué anticiparla o declararse rendido? ¿Porqué decidir marcharse?

En la eterna discusión de si es reprochable o no la disposición de suicidarse estoy a tu favor porque siempre habrá motivos razonables cuando una persona determina rendirse. Entiendo, porque a mí también me ha acechado la tragedia y desde pequeño siento que desencajo en el mundo.

Si hubieses permitido que tu fallecimiento lo causara un sobregiro de años. ¿Pero cómo podías sentirte cansado a los 31? ¿Fue acaso la sigilosa y cruel soledad quien te susurraba en al oído que era mejor morir?¿fue el deceso  de tu  padre el comienzo de una cadena de sucesos desafortunados que terminarían con tu fallecimiento? Tal  vez la muerte te perseguía con ahínco desde que naciste y logró su cometido metiéndose en tu romántico corazón, hasta enfriarte el alma y dejándote solo la opción de acabar con un disparo en tu pecho. Tal vez el fantasma de Elvira requería su alma gemela y te cercó hasta conseguirte.

Me resta beber y saciarme con lo que alcanzaste a plasmar, todo aquello que bastó para atribuirte el nombre de gestor del modernismo en Latinoamérica.

A propósito de esto: ¿Cómo hace un poeta moderno para expresar el optimismo en la humanidad, sabiéndose habitante de un mundo melancólico?,. En este mismo sentido; ¿Crees que es imposible la poesía sin la tristeza.

En cuanto a la literatura, cuéntame   ¿Qué época  te instó a dejar los estudios formales para entrar en una época de permanente contactos con obras que fueron haciendo de ti un hombre rico culturalmente.

Observo que tiene unas hojas enrolladas en su mano izquierda me las ofrece como buscando la manera que yo haga una pausa  en ese interrogatorio. Son varias de las cartas que él envió a personas cercanas, a lleras me doy cuenta de facetas que eran desconocidas para mí. Una de ellas como su escaza apuesta hacia un buen futuro del país por lo que siempre manifestaba el deseo de irse de nuevo Francia, Argentina o Venezuela. Detengo la lectura y le digo a manera de reproche

Veo que eras un cerebro fugado en potencia, ¿No piensas que huir  te hace tanto o más responsable de que Colombia no logre ser un país próspero algún día?

Si para tu época ya nada parecía escapar del positivismo, ¿Qué decirle a mi generación para no permitir que el arte y la poesía se conviertan en artículos de consumo?

Ese sentimiento de desesperanza por el futuro del país y las guerras civiles que emergían  para entonces, hizo que José aceptara con gusto su viaje a París que era considerada el centro cultural más grande de Europa. Yo tampoco rechazaría una propuesta de esas pero nunca desearía nada más que ser turista al lugar que fuera de Colombia.

Se me ocurre preguntarle. ¿Puedes describirme una noche parisina de entonces y diferenciarla con la Bogotá infante en que tu vivías?.

Al regresar a Bogotá tu equipaje tenía libros, ropa y artículos lujosos. ¿Qué traía tu espíritu?¿ Qué conflictos encontraste con la sociedad burguesa colombiana?

Creo que ya estaba hastiado de mi interrogatorio como yo de sólo hablar. Pare por un instante de preguntar y decidí mejor solo decirle:

Doctor: Un desaliento de la vida

que en lo intimo de mi se arraiga y nace

el mal del siglo… el mismo mal de Werther,

de Rolla, de Manfredo y de Leopardi.

Un cansancio del todo, un absoluto

desprecio por lo humano… un incesante

renegar de lo vil de la existencia

digno de mi maestro Schopenhauer;

un malestar profundo que se aumenta

con todas las torturas del análisis…

Me habló para responder su parte en el poema del siglo. Sentí una fuerte emoción cuando dijo pausadamente:

-Eso es cuestión de régimen: camine

de mañanita; duerma largo; báñese;

beba bien; coma bien; cuídese mucho

¡Lo que usted tiene es hambre!

Al fin me sentí acepto por quien me inspira pero por quien también mi inclinación en la balanza por tánatos.

La escena de ese dueto me despertó otra inquietud. Me aventuré a decirle:
¿Podrías desmentir que tu castidad no va más allá y negar  lo que muchos dijeron sobre tu inclinación sexual?

Cuando descubrí que me excedí también observé que su imagen comenzó a desvanecerse y a confundirse con la niebla que se hacía de nuevo espesa, aproveché para hacerle la pregunta innombrable. ¿Fuiste asesinado?. Cuando desapareció por completo yo desperté de una alucinación de 22 horas a causa de las pastillas. Aparentemente nadie notó tanto tiempo de  sueño. Por esto bdecidí no contarle a nadie sobre el inento fallido y mejor escribirlo para que cuando lo logre sea descubierto.

En ese instante, mi linterna se apaga y observo el cuerpo de alguien que no puedo identificar. Si es Martín o Don José. Cierro el diario y regreso a casa apresuradamente.